La franquicia del payaso Art, creada por Damien Leone, ya va por su tercera entrega. Cada film vende más que el anterior, rompe sus propios récords y recauda millones a nivel global.
Por Nicolás Bianchi
Es difícil encontrar algo de valor en las tres películas de esta saga: Terrifier (2016), Terrifier 2 (2022) y Terrifier 3 (2024). La propuesta es básica, e incluso precaria. Hay un payaso asesino que anda suelto y mata a todo lo que se cruza por su camino. Recién en la segunda entrega se presenta una final girl, Sienna (Lauren LaVera), que aporta algo de contexto a la narración.
Los defectos que más perturban de estas películas son la puesta en escena y las actuaciones. En las casi seis horas que reúnen los tres films no hay un solo plano atractivo. La fotografía es completamente amateur, incluso en las dos secuelas, donde seguramente los recursos económicos abundaron. Todo está pésimamente iluminado. Pero lo que molesta aún más es el trabajo actoral.
De forma esquemática, las Terrifier están formadas por escenas de muertes ultra gore que están unidas con distintas secuencias de diálogos. Cuando en las tres películas los personajes interactúan, expresan lo que tienen para decir e intentan transmitir alguna emoción, lo único que desea el espectador es que de una vez por todas aparezca el payaso y los ajusticie. Cada muerte es también un alivio, ese personaje no actúa más.
El único que se salva de esta consideración es David Howard Thornton, el intérprete detrás del disfraz de Art. Una de las pocas reglas de estas películas es que el monstruo no habla. En definitiva, es una mezcla entre payaso y mimo macabro que disfruta con cada vejación que realiza. Sus gestos retorcidos y perversos son una de las pocas cosas que aportan cierta identidad original a estas películas.
Si se mira con cierto detenimiento a Art, lo que se ve es a un asesino misógino, fiel a la tradición del slasher. El payaso se dedica, sobre todo, a víctimas femeninas jóvenes. Y, por lo general, mata hombres cuando se cruzan entre él y sus presas. Además, las muertes representan distintos tipos de penetraciones con cuchillos, palos, motosierra y otras herramientas, por llamarlas de alguna manera. En algunas escenas los ataques se centran en los genitales y los pechos.
De manera aleatoria, la película también introduce referencias a otras obras del género. En la primera, el payaso se traviste de una manera, digamos, especial. Esta escena es como una combinación de Psycho (1960) y The Texas Chain Saw Massacre (1974). Quizás Leone quiso citar a las dos o ninguna, todo es posible. También, con más sinceridad, hay una evocación de la saga de Saw o El juego del miedo. Al lado de estas películas, las de Jigsaw parecen cine de autor.
Por último, Terrifier nunca cierra nada, olvida personajes por el camino, otros reaparecen de forma random y siempre se deja todo abierto para que la historia (y el negocio) continúe. Con más o menos recursos esta saga ha mantenido un estilo en sus tres entregas: todo lo que se ofrece es de pésima calidad.
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