Primera película de la directora noruega Thea Hvistendahl. Un día los muertos despiertan pero, en principio, nada sucede.
Por Nicolás Bianchi
Este film de terror, que en su idioma original se llama Håndtering av udøde, transita un camino muy recorrido por el género. Desde Night of the living dead (1968), de George Romero, los muertos vivientes se ha instalado en la cultura pop. Hoy es posible encontrar cientos de representaciones en múltiples tonos, pero, sobre todo, en clave de terror o de comedia.
En principio, lo que Handling the undead presenta es un drama. Para ello, sigue una estructura coral. Hay tres historias corriendo en paralelo. La más importante está protagonizada por Anna (Renate Reinsve) y su padre Mahler (Bjørn Sundquist). Ambos viven en el mismo apartamento pero tienen una relación completamente distante. De hecho, en algún momento la película da la sensación de que uno de ellos podría ser algo así como un fantasma.
La segunda historia que cuenta el film es la de Tora (Bente Børsum), una mujer mayor que está enterrando a su pareja muerta (otra mujer). Por otro lado, hay una familia típica de madre, padre y dos hijos. David (Andres Danielsen Lie) y Eva (Bahar Pars) llevan una vida feliz hasta que ella sufre un accidente de tránsito. Justamente, esto sucede durante la noche que se produce un pequeño colapso en este mundo. Las comunicaciones fallan, los dispositivos tecnológicos o mecánicos empiezan a fallar y, de manera inexplicable, los muertos renacen.
Este episodio encuentra a Mahler en un cementerio, frente a la tumba de quien fuera su nieto. Por un lado, esto termina de explicar el ambiente que vive en su casa con su hija. Por otra parte, instala el tono en el que se produce este episodio fantástico. Handling the undead presenta todo de una manera sumamente realista. De hecho, Mahler se da cuenta de lo que está sucediendo porque escucha golpes en el ataúd enterrado de su nieto.
O sea, no es que los muertos brotan de la tierra y conforman una horda como ya se ha visto otras veces. Simplemente vuelven a la vida y, como es lógico, se encuentran encerrados en ataúdes que no pueden abrir. Al mismo tiempo, renace la pareja de Tora, todavía en el proceso fúnebre, y, Eva, que estaba internada en un hospital. Después de este evento, la película sostiene su tono dramático. Los muertos vivos no hacen nada, simplemente están ahí. Apenas se mueven y abren los ojos.
La cuestión, entonces, es como lidian estos personajes con esas presencias. En algún momento, la película parece proponer una mirada sobre el duelo. Pero también sostiene todo el tiempo una puesta en escena propia de una película de terror. Todo lo que sucede está dado en un marco de pesadumbre y oscuridad. Hvistendahl logra escenas incómodas, de gran impacto. Y esconde muy bien hasta el tercer acto eso que estaba a la vista de todos. Para ello, desvía con habilidad la vista de los espectadores. Como un mago que lleva a cabo un truco que todos saben cómo va a terminar. Pero sin embargo funciona.
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