Nadie pudo entender como aquel hombre, al que no le faltaba de nada,
había tomado la decisión de dejar todo atrás para vivir en una humilde
cabaña, oculta entre las montañas. Cualquiera habría dicho que llevaba
una vida de ensueño, con familia, lujos y una casa que muchos
envidiarían. No obstante, un buen día tomó a su esposa y a sus tres
hijos y no volvió a tener contacto con la civilización.Así
transcurrió el tiempo, los cinco pasaron años sin la compañía de nadie, y
el padre se vio alcanzado por la enfermedad y por su propia vejez.
Cuando estaba a punto de morir, pidió ver a sus hijos. No quería
marcharse sin desvelarles el oscuro secreto que le había permitido
alcanzar al éxito y que a la vez, había sido el motivo de su
aislamiento.
Les confesó que tenía en su poder un anillo, que en tiempos pasados
había pertenecido a un poderoso hechicero. Gracias a este objeto, había
sido capaz de conseguir todo lo que deseaba, dinero, propiedades, autos…
lo único que el anillo pedía a cambio era el alma buena de un hombre.
Muchas personas habían sacrificado todo lo que poseían para obtenerlo,
con tal de lograr sus objetivos. Jamás había conocido a sus anteriores
portadores, ya que no eran ellos quienes elegían la joya, sino lo
contrario.
El anillo los buscaba, ávido de de sus almas.
En
el pasado, el hombre había hecho muchas cosas malas de las que estaba
arrepentido, por eso se había aislado del mundo. De esta manera, no
podía codiciar nada más aparte de su propia felicidad y el resto de la
gente se mantenía a salvo.
Había querido deshacerse del anillo,
pero decidió conservarlo por miedo a que otros lo encontraran y lo
usaran para hacer el mal. Su único deseo era que después de morir, sus
hijos se convirtieran en los guardianes del secreto y evitaran que su
poder hiciera sufrir a más personas inocentes.
Lamentablemente, los
muchachos pensaban distinto.
Al saber donde se encontraba,
comenzaron a pelear entre sí por poseer el anillo. Se hirieron a
traición y de maneras brutales, hasta que solo uno quedó con vida y se
colocó la joya en el dedo anular. Al hacerlo un ardor horroroso se
apoderó de su cuerpo, llamas de fuego brotaron de su piel, quemándolo
desde las entrañas, haciendo que se retorciera y gritara de agonía. Por
fuera, su cuerpo lucía intacto, pero en el interior cada uno de sus
órganos se carbonizó.
Al final él también cayó muerto, pero segundos después, su cadáver volvía a levantarse…
Lo
que los hijos de aquel hombre no sabían, era que no debían usar el
anillo para pedir sus deseos. Con dirigirse a él era suficiente, pues un
alma pura bastaba para aprovechar su poder. Sin embargo, un alma
corrupta era lo que el hechicero necesitaba para volver a la vida.
Resucitó
en el cuerpo del joven y bajó de la montaña para ver el mundo,
dispuesto a extender un reinado de oscuridad y desesperación.
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