Justice era una chica adorable, su belleza era inigualable y su
carácter dulce y amable la hacía una de las mujeres más respetadas de su
vecindario.
No era extraño cuando la joven salía a ayudar a otras personas, en especial a los ancianos que más lo necesitaban.
Día a día, Justice pasaba por la casa de la familia Norman, en donde
solo habitaba Kenzie, una anciana de 70 años a la que todos temían pero
que había hecho buenas relaciones con Justice.
Un día, Justice preparó un pastel de manzana y decidió llevarlo a Kenzie, quien amaba comer dulces aunque nunca podía hacerlo.
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