Acabábamos de mudarnos a una pequeña casa rústica en los suburbios. Residencial Cuento de Hadas: tranquilo, vecinos agradables, vallas de palets. Baste decir que éste sería un nuevo comienzo para mí, un reciente padre soltero, y mi hijo de tres años. El momento para dejar atrás el drama y estrés del año pasado.
Tomé la tormenta como una metáfora para este nuevo comienzo: un último espectáculo teatral antes de que la mugre y suciedad fueran arrasadas. A mi hijo le encantó, en todo caso, aun cuando se perdió la energía. Era la primera gran tormenta que había visto. Destellos de relámpagos iluminaban los cuartos semidesocupados de la casa, proporcionándole largas y espeluznantes sombras a las cajas de mudanza, y él saltaba en su lugar y gritaba en lo que el trueno caía. No se dispuso a irse a la cama sino hasta altas horas de la noche.
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