Esta nueva entrega dirigida por el uruguayo Fede Álvarez rompe con el estilo grandilocuente, filosófico y existencial de los últimos films de la franquicia Alien. Una vuelta a los orígenes.
Por Nicolás Bianchi
Un grupo de personajes encerrados en una nave espacial con un monstruo perfecto que es una máquina de matar. Con esta premisa, Alien: Romulus vuelve a los orígenes de la saga para contar una historia con elementos de thriller y bastante terror. En segundo plano, añade un componente interesante. Esto es el papel de la corporación Weyland Yutani, encargada de las explotaciones mineras en otros planetas.
La nueva película de Alien realizada por el director de Don´t breathe (2016) y Evil dead (2013) comienza en una colonia minera en un mundo que está a años luz de la Tierra. En este lugar, la empresa Weyland Yutani explota a trabajadores jóvenes para obtener minerales. Con respecto a esto, la introducción de los personajes se da en un contexto opresivo.
Rain (Cailee Spaeny) es una joven que ha finalizado su contrato pero se encuentra con que la corporación lo extiende arbitrariamente por unos cuantos años más. Esta muchacha está acompañada por Andy (David Jonsson), un robot humanoide que es víctima de burlas y abusos por otros humanos. Rain, en cambio, lo trata como a un par, incluso sostiene con él una relación de amistad.
Ante la extensión unilateral de su contrato, Rain decide idear un plan para escapar. Para ello, se reúne con otros cuatro jóvenes (Archie Renaux, Isabela Merced, Spike Fearn, Aileen Wu). Este grupo necesita un combustible especial para alimentar los dispositivos que los mantienen congelados pero vivos (criogénesis) durante un viaje prolongado. Con este insumo, más una nave que ya han conseguido, pueden llegar a otro planeta y huir de esta colonia minera.
Ahora bien, para conseguir ese objeto deben ir a una nave que está abandonada y en órbita. Allí se encuentran con un escenario que es producto de un experimento fallido de Weyland Yutani. Una parte de esta nave se ha convertido en el nido de un grupo de criaturas, las que le dan el nombre a la saga. Entonces, el film presenta una serie de situaciones en las que los personajes deben tomar distintas decisiones, por momentos huir, buscar distintos elementos, averiguar qué ha pasado allí y otras cuestiones. Todo esto en una nave espacial varada e infestada de aliens.
El relato funciona muy bien, es tenso y entretenido. En particular, la película aprovecha la introducción de otro robot, Rook, para personificar el villano detrás del monstruo, es decir la corporación Weyland Yutani. Este androide está interpretado con software que recrea la voz y los gestos del actor Ian Holm, fallecido en 2020, e integrante del elenco de la primera película de la saga. A su vez, esto último dispara un debate sobre las corporaciones actuales, las de la realidad, y el uso de la tecnología. Pero eso es otro tema. Alien: Romulus vuelve a lo básico y lo hace más que correctamente. Esta franquicia deja de lado la ciencia ficción filosófica para volver al terreno del terror y la acción.
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