Ruy el Hijo de un Demonio

Ruy el Hijo de un Demonio es una Historia de Terror que nos enviaron a esta pagina de Videos de Terror en la cual estamos agradecidos con Isaac Baltan por su aportacion y esta historia ocurre en las afueras de una Ciudad Española como se Narra A Continuacion.

Ruy el Hijo de un Demonio

Aquella mañana un hombre de mediana edad llamó al timbre de una lujosa casa, situada en las afueras de cierta ciudad española. Le abrió la puerta una atractiva mujer, que no aparentaba más de treinta años. La dueña de la casa, que parecía bastante nerviosa e incluso asustada, miró con recelo al desconocido y le preguntó con cierta brusquedad:

-¿Quién es usted y qué desea?

-Soy el inspector Ortega de la Policía Nacional. ¿Es usted doña María Teresa Vázquez?

-Sí.

-Creo que usted tiene un hijo llamado Ruy, alumno de secundaria en el colegio de los Maristas.

Aunque aquella mujer parecía demasiado joven para ser madre de un adolescente, dio una respuesta afirmativa. Ortega le comunicó con tono compungido:

-Tengo el doloroso deber de comunicarle que su hijo ha sido identificado como el autor material de una terrible masacre. Quizás ya se haya enterado a través de la prensa digital.

Maite no mostró sorpresa ni apenas emoción. Tampoco dijo nada, simplemente realizó un gesto negativo con la cabeza. Ortega continuó:

-Le especificaré los detalles, algunos de los cuales son bastante extraños. Sobre las nueve de la mañana, su hijo apareció en el colegio y asesinó a todas las personas que encontró, tanto profesores como alumnos. El número total de víctimas asciende a varios centenares. La única superviviente y testigo de la masacre es una alumna de bachillerato, a la cual su hijo dejó con vida para someterla a graves abusos sexuales. Es posible que la muchacha se halle perturbada a causa de la violación, pero, de ser ciertas sus palabras, Ruy no empleó medios convencionales para matar a sus víctimas. Se limitó a fijar su mirada sobre ellos, quienes segundos después empezaron a arder como antorchas humanas. Reconozco que este testimonio parece una locura, pero la autopsia de las víctimas parece confirmarlo.

Ortega interrumpió su discurso para tragar saliva y entonces Maite le dijo en voz baja:

-Pueden creer todo lo que diga esa muchacha. Mi hijo ya no es un ser humano, sino un demonio. Y yo tengo la culpa de todo.

-Disculpe. ¿Está usted hablando… en sentido literal?

-Puede estar seguro de que sí.

-¿Podría darme más detalles? Comprenda que se trata de algo muy difícil de creer.

-He guardado el secreto durante mucho tiempo, pero ahora ya no importa. Hubo un tiempo en el que me interesé vivamente por la brujería. La prematura muerte de mis padres había puesto en mis manos un patrimonio considerable, que me permitió adquirir el último ejemplar del Necronomicón, un viejo libro de magia negra. Empleando uno de sus hechizos, conseguí invocar a uno de esos poderes primordiales que solemos llamar “demonios”. Ese ser y yo hicimos un pacto: yo le permití plantar su semilla en mi cuerpo, a cambio de que él retrasara mi proceso de envejecimiento. Por eso aparento diez años menos de los que tengo realmente.

-Y, si no he entendido mal, Ruy es el fruto de su unión con ese… demonio. Ruy el Hijo de un Demonio

-En efecto. Durante toda su vida fue un niño bueno y cariñoso, pero ayer mismo se reveló su naturaleza demoníaca, tras lo cual ya no hay vuelta atrás. Y todo porque cometí un grave error.

Viendo que Maite estaba sufriendo, Ortega no quiso echar sal sobre la herida preguntándole qué clase de error había cometido. Pero sí le preguntó otra cosa más urgente:

-¿Conoce usted algún medio para detenerlo? Porque, si realmente se ha convertido en un ser sobrenatural, nos resultará muy difícil capturarlo.

-Quizás pueda hacer algo. Aún conservo el ejemplar del Necronomicón que he mencionado. Leyendo al revés el hechizo que usé para traer a su padre a este mundo, podría enviarlo a él al Infierno. Estoy dispuesta a hacerlo. En lo que a mí respecta, el niño al que llevé en mi vientre ya está completamente muerto. Pero el hechizo solo será efectivo si lo leo yo misma y si Ruy está lo suficiente cerca para oírlo.

-¿Y sabe cómo localizarlo?

-Él mismo se ocupará de revelarnos su presencia.

Como si quisiera darle la razón a Maite, el móvil de Ortega empezó a sonar. Tras atender la llamada, Ortega dijo:

-Parece ser que Ruy se halla en el centro comercial, donde ha matado a mucha gente, agentes de policía incluidos. ¿Está dispuesta a ir allí con su libro? ¿No será muy arriesgado?

-Ruy no podrá hacerme daño. Esto me protegerá de su magia.

Maite señaló un extraño amuleto de plata que le colgaba del cuello. Tras pedirle a Ortega que la esperara en el vestíbulo, bajó a un cuarto secreto del sótano, cuya existencia solo ella conocía. Poco después, salió de la casa llevando en sus manos un viejo libro y subió al coche de Ortega, que se dirigió rápidamente al centro comercial.

Una vez allí, se encontraron con un espectáculo dantesco, casi apocalíptico. Había docenas de cuerpos calcinados esparcidos por doquier y todas las paredes estaban teñidas de rojo. Y allí estaba Ruy, bebiendo tranquilamente un vaso de horchata entre los cadáveres de sus víctimas. Maite le dijo a Ortega que se mantuviera a su lado, para beneficiarse de la protección que ofrecía el amuleto de plata, y abrió el libro en la página donde figuraba el hechizo. Pero antes de que tuviera tiempo para leerlo, Ortega la apuntó con una pistola y le dijo:

-Calladita, zorra. Ahora vas a darme el libro y el amuleto.

Maite comprendió que había caído en una trampa, pero, como no tenía otra opción, obedeció a Ortega sin decir nada. Tras arrebatarle el amuleto y el libro, el falso inspector la ató y amordazó con cinta aislante. Ruy terminó su vaso y se acercó a ellos, con una sonrisa sarcástica en los labios. Acarició con falsa ternura las pálidas mejillas de su madre y le dijo con voz melosa:

-Te has dejado engañar por Ortega, mamá. Él no es policía, sino un profesor del colegio que accedió a servirme, a cambio de ciertas promesas. Su placa y su pistola proceden de un verdadero policía al que maté antes de venir aquí. Yo quería saber dónde guardabas el Necronomicón y, como sabía que nunca me lo dirías, opté por organizar esta pequeña farsa. Ortega ha hecho bien su trabajo… pero ahora ya no lo necesito para nada.

Ruy posó su mirada sobre Ortega, reduciéndolo rápidamente a cenizas (haber realizado un pacto diabólico anulaba por completo la protección del talismán). Tras matar al profesor, le dijo a su madre:

-Ahora que tenemos un poco de intimidad, hablemos de otras cosas. Dime, mamá, ¿cuántos años hace que no me das el pecho?

Y empezó a desabrochar con sensual parsimonia los botones de la blusa de Maite.

Tras consumar el incesto, Ruy el Hijo de un Demonio tomó el Necronomicón y dijo:

-Ahora voy a leer el hechizo que traerá a mi padre a este mundo. Pero puedes estar tranquila, mamá. A ti te mantendremos con vida mientras me sigan gustando tus ubres.

Ruy leyó el hechizo rápidamente. Estaba escrito en latín medieval y su traducción aproximada sería: “ven a mí desde tu reino oscuro para tomar mi cuerpo y mi alma, gran Ix-Tab”. Proferido el ensalmo, se oyó la horrenda carcajada de un ser invisible. Aún resonaban sus ecos cuando Ruy, con un movimiento maquinal, tomó la pistola del difunto Ortega y se voló la tapa de los sesos. Maite no pudo reprimir unas lágrimas de tristeza cuando lo vio morir, aunque había sido ella quien había planeado aquella añagaza. Había previsto la posibilidad de que Ortega fuera un traidor y mientras se hallaba en el sótano había alterado el texto del hechizo, para que resultara mortal si lo leía alguien que no fuera ella misma. Solo había tenido que sustituir el nombre del demonio al que pretendía llamar Ruy por el de la diosa maya del suicidio.

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