Extraordinaria película de la directora francesa Coralie Fargeat, con excelentes actuaciones de Demi Moore y Margaret Qualley. Una mirada crítica sobre la imposición de la belleza.
Por Nicolás Bianchi
En el subgénero del body horror la experiencia terrorífica pasa por algún tipo de transformación que sufre un personaje en su cuerpo. Por ejemplo, en las distintas versiones de la película The fly (1958, de Kurt Neumann y 1986, de David Cronenberg), un hombre participa de un experimento que en principio aumenta su fuerza y energía, pero que luego produce un decaimiento general en su anatomía. Se trata también de un tipo de películas en las que hay escenas que podrían considerarse excesivas. En otras palabras, el espectador ve más de lo que supuestamente debería.
Fargeat toma estos lineamientos generales y los lleva a un nivel más elevado. En primer lugar, los dota de significados acerca de la percepción de los cuerpos femeninos en la sociedad actual. Elisabeth Sparkle (Demi Moore) es una estrella de la TV que desde hace años conduce y protagoniza un programa de gimnasia o aerobics. Se trata de una celebridad que cuenta con una baldosa con una estrella y su nombre en el centro de la ciudad.
Pero el tiempo ha pasado. Entonces, el productor y jefe del canal, Harvey (Dennis Quaid), le comienza a hablar del retiro. Hay dos cuestiones que la película introduce en sus primeras escenas. La decadencia, a través de una toma de la baldosa con el nombre de Elisabeth, que se va deteriorando y ajando con el paso del tiempo. Al mismo tiempo, hay otro elemento que es el asco.
Todo lo que rodea a Harvey es asqueroso. Desde su forma de hablar hasta como come mariscos en un restaurante, mientras Elisabeth lo escucha. Este hombre que tiene la misma o incluso más edad que Elisabeth no está en decadencia. En este mundo de terror está en su mejor momento. Y decide desplazar a Elisabeth para incorporar carne fresca al menú que ofrece a través de la pantalla.
Esta situación perturba a Elisabeth, que después de sufrir un accidente menor es contactada por una organización llamada The Substance. Esta empresa le ofrece la posibilidad de contar con una mejor versión de sí misma. La protagonista decide aceptar la propuesta. A su vez, esa mejor versión es Sue (Margaret Qualley). Simplificando lo que la película explica de manera muy atractiva, Elisabeth tiene que ser 7 días ella misma y 7 días Sue. Cualquier alteración de esta rutina es peligrosa.
Con solo tres personajes relevantes y creatividad tanto en el plano visual como narrativo Fargeat construye una película sólida, atrapante e impactante. Lo que hacen las actrices, pero sobre todo Moore, es arriesgado. Se exponen al máximo y quizás esta película también las transforme a ellas. Es, sin dudas, el mejor papel en la carrera de la ex modelo. Además, Qualley por primera vez interpreta a una diva, y lo hace muy bien.
Más allá de la historia central, que se enfoca en el juego entre las dos caras de la protagonista, The Substance tiene varias capas que se pueden analizar. Todo lo que involucra al personaje de Harvey es inquietante. Por ejemplo, en una escena se presenta junto a un grupo de inversores canosos y añosos paseando por los pasillos del canal. Estos gerontes millonarios van sonriendo y saltando como si estuvieran en una pradera entre jóvenes semi desnudas que podrían ser sus nietas pero de alguna manera son sus empleadas, y también objeto de sus fantasías.
Por último, The Substance se perfila para ser una de las películas más relevantes de 2024. Su campaña de promoción se centró en el contenido de alto impacto de las imágenes que presenta. Incluso han circulado relatos (no sabemos si son espontáneos o si son piezas de marketing) sobre espectadores que se han descompensado al verla. Más allá de las emociones fuertes, se trata de un film profundo e inteligente. Su puesta en escena acompaña muy bien a sus ideas. Aquí hay mucho más que body horror.
Se estrenó en cines y a partir del 31-10 está en Mubi. Contacto: [email protected]