Comedia de terror en la que el virus Y2K, que iba a alterar las máquinas en el año nuevo de 2000, se hace real.
Por Nicolás Bianchi
Los que vivieron los tiempos en los que se hablaba del Y2K hoy rondan, por lo menos, los 40 años. Fue un momento de transición entre tecnologías, en el que lo digital empezaba a avanzar sobre lo analógico. Por ejemplo, ya había internet pero era necesario usar las líneas telefónicas. En primer lugar, la película dirigida por Kyle Mooney y coescrita con Evan Winter, recrea bien ese instante en la historia.
De hecho, buena parte de sus primeras escenas se dedican a mostrar artefactos propios de esa época. El ejercicio de nostalgia se completa con canciones de artistas anclados a ese tiempo como Korn, Limp Bizkit, Mandy Moore, Fatboy Slim y Chumbawamba, entre otros. Cuando este ejercicio se agota, la trama comienza a funcionar.

La historia resulta sencilla y parte desde un lugar común para las comedias de terror con adolescentes como esta. Eli (Jaeden Martell) y Danny (Julian Dennison) son dos amigos que no integran los círculos más populares del colegio al que asisten. En particular, Eli está enamorado (o se va a enamorar) de Laura (Rachel Zegler). Todos estos personajes se reúnen en una fiesta de año nuevo en una típica casa de los suburbios estadounidenses.
A medianoche, cuando el reloj marca las cero horas del primero de enero de 2000, se desata un pandemonio. El virus Y2K se hace real y las máquinas, de todo tipo, cobran vida. Su propósito es muy sencillo: aniquilar a todos los seres humanos. Desde tostadoras hasta bordeadoras de césped, todos los artefactos comienzan con una bizarra y desopilante cacería de adolescentes.

Y2K es divertida y delirante. Algunas muertes y giros evitan que la narración sea del todo previsible. Además, la presencia de Alicia Silverstone y Fred Durst, haciendo de él mismo, en el reparto le agregan un elemento más de aquella época. Ambos son figuras populares de aquellos años.
Por último, lo que sucede en la historia de alguna manera está en sintonía con lo que en la actualidad representa la inteligencia artificial. Este vínculo puede servir para que la película tenga sentido para los adolescentes o jóvenes actuales, que no vivieron la época en la que esto sucede. En definitiva, se trata de una película para esta franja del público, aunque es probable que también tenga éxito entre adultos nostálgicos.

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